jueves, 25 de marzo de 2010

Ha pasado muchísimo desde la última vez que escribí...
La vida a veces nos sorprende más de lo que nosotros podemos desear, y aunque no siempre es para bien, ésto representa un cambio, profundo, en nuestro ser.
Éste sentimiento que ahonda ahora en lo más profundo de mis heridas, me recuerda que, finalmente, la vida no es sino el sueño de un sueño, y debe ser vivida de esa misma forma.
Para qué mentir???
Ya no soy la misma...
A veces no comprendía el dilema de Alicia que no sabía quien era ella misma "antes yo era yo, y ahora soy...otra"...Siempre supe el significado de sus palabras, pero realmente no sabía que eran...hasta ahora.
No puedo decir que cambié para mal, no puedo decir, tampoco, que culpo al mundo y a esa fuerza invisible que parece siempre querer llevar mis capacidades al límite, sino que, en parte me culpo a mí misma, ya que éste cambio se debe a mí misma también.
Es sólo que, de verdad creí que eso, lo que yo más atesoraba en el mundo, podía ser encontrado en el sitio en donde lo buscaba, sin darme cuenta que con eso sólo rompí lo más preciado para mí: mis sueños
Y ahora, cuando el dolor ya no nubla mi entendimiento, no por ser más escaso, ni más piadoso, ni menos certero, sino por ser más asimilable en ésta anesteciada sensación que me da el querer comprender mi realidad para transformarla en un sueño, mi sueño, en éste sentimiento que me produce querer ser mejor de lo que era y ser ante todo yo...
Es ahora cuando noto, que eso que tanto buscaba, siempre lo tuve, y a la vez, sé que nunca lo tendré como espero, por que aquella quimera que alguna vez se formó y habitó en las entrañas de mi subconciente, habita en él, y sólo en él. Ahora me doy cuenta que todo aquello que durante años anhelé se encuentra en la más humilde flor, en cada atardecer, en la luz, el la obscuridad, en la gente que pasa distraída por las calles, en un charco de agua sucia, en el mejor de los vestidos y en cualquier ser humano...es sólo que, a veces, nos negamos el privilegio de su existencia, y nos condenamos, no sólo a nosotros mismos, sino al mundo que nos rodea, a vivir una existencia escasa, efímera y sin valor.
Pero no más. Me he congregado a vivir por mis deseos, y sólo por ellos vivo.
Viviré.

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